“La luz es como el agua”
Objetivos: Que los participantes: • Reflexionen sobre las
diferencias que hay entre la comunicación y la información. A la primera se le
considera como el acto de relacionarse entre dos o más sujetos, que evocan en
común un significado, y a la información se le considera como el conjunto de
mecanismos que nos permiten retomar datos del ambiente y estructurarlos de una
forma determinada, que sirva de guía para actuar.
• Llegar a identificar a la información, la comunicación, la entropía y el caos a través de la lectura y análisis del cuento “La luz es como el agua” del famoso escritor Gabriel García Márquez, donde se llegan a mostrar metafóricamente estos conceptos.
• Reconocer dentro del cuento que la comunicación y la información son dos aspectos de la totalidad de una sociedad. Que la sociedad no puede ser tal sin la comunicación y no puede transformarse sin la información. Ambos conceptos no pueden separarse del estudio de la sociedad global.
Descripción de los objetivos: Los participantes harán una lectura previa donde deben identificar, dentro del cuento, ¿cuándo se presenta el flujo de información y el proceso comunicativo? El cual se explica en el libro del Taller de comunicación I.
Cada uno de los participantes seleccionará los principales pasajes del cuento “La luz es como el agua” de García Márquez, para observar y aplicar las posibles diferencias que haya entre la comunicación y la información.
Que reconozca cuándo se presenta el caos y cuando el orden, y dónde está el espacio donde se da el control al interior del cuento. Considerando que muchos de los pasajes están empatados al orden y el caos. A la entropía (desorden) y a la negaentropia (orden).
A través del cuento y su análisis, podemos explicarnos cuándo se presenta el acto y cuándo el producto de las relaciones que nos evocan los distintos pasajes entre los sujetos y el ambiente o figuras. Y tener que recurrir a explicarnos el caos, al considerar que es una conducta de un sistema complejo que aparece como impredecible y falsamente como aleatorio, cuando en realidad tiene un patrón profundo.
Que en el caso del caos hay algo extraordinariamente sensible a los pequeños cambios en las condiciones iniciales. Por ejemplo, el agua en flujo turbulento y las nubes de una tormenta son caóticas: tienen un principio profundo. A primera vista no muestran aparente orden alguno, pero si se supiera cabalmente el sistema que lo rige y las condiciones iniciales, sería previsible y describible.
También, tendrán que reconstruir algunos momentos de las acciones que el autor del cuento diseñó, a partir de los datos del medio ambiente, en que se lleva a cabo el cuento y los deseos de identificar los objetivos expuestos por el escritor y así entenderlos.
Al término del ejercicio, cada participante subirá sus resultados a su blog donde describirá lo que encontró, junto con sus conclusiones.
La luz es como el agua Cuento:
[Texto completo] de
Gabriel García Márquez.
En Navidad los niños volvieron a pedir un bote de remos. -De
acuerdo -dijo el papá, lo compraremos cuando volvamos a Cartagena. Totó, de
nueve años, y Joel, de siete, estaban más decididos de lo que sus padres
creían. -No -dijeron a coro-. Nos hace falta ahora y aquí. -Para empezar -dijo
la madre-, aquí no hay más aguas navegables que la que sale de la ducha. Tanto
ella como el esposo tenían razón. En la casa de Cartagena de Indias había un
patio con un muelle sobre la bahía, y un refugio para dos yates grandes. En
cambio aquí en Madrid vivían apretados en el piso quinto del número 47 del
Paseo de la Castellana. Pero al final ni él ni ella pudieron negarse, porque
les habían prometido un bote de remos con su sextante y su brújula si se
ganaban el laurel del tercer año de primaria, y se lo habían ganado.
Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más reacia a pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en la línea de flotación. -El bote está en el garaje -reveló el papá en el almuerzo-.
Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más reacia a pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en la línea de flotación. -El bote está en el garaje -reveló el papá en el almuerzo-.
El problema es que no hay cómo subirlo ni por el ascensor ni por la
escalera, y en el garaje no hay más espacio disponible. Sin embargo, la tarde
del sábado siguiente los niños invitaron a sus condiscípulos para subir el bote
por las escaleras, y lograron llevarlo hasta el cuarto de servicio.
-Felicitaciones -les dijo el papá ¿ahora qué? -Ahora nada -dijeron los niños-.
Lo único que queríamos era tener el bote en el cuarto, y ya está. La noche del
miércoles, como todos los miércoles, los padres se fueron al cine. Los niños,
dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas, y rompieron la
bombilla encendida de una lámpara de la sala. Un chorro de luz dorada y fresca
como el agua empezó a salir de la bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que
el nivel llego a cuatro palmos. Entonces cortaron la corriente, sacaron el
bote, y navegaron a placer por entre las islas de la casa.
Esta aventura fabulosa fue el resultado de una ligereza mía cuando
participaba en un seminario sobre la poesía de los utensilios domésticos. Totó
me preguntó cómo era que la luz se encendía con sólo apretar un botón, y yo no
tuve el valor de pensarlo dos veces. -La luz es como el agua -le contesté: uno
abre el grifo, y sale. De modo que siguieron navegando los miércoles en la noche,
aprendiendo el manejo del sextante y la brújula, hasta que los padres
regresaban del cine y los encontraban dormidos como ángeles de tierra firme.
Meses después, ansiosos de ir más lejos, pidieron un equipo de pesca submarina.
Con todo: máscaras, aletas, tanques y escopetas de aire comprimido. -Está mal
que tengan en el cuarto de servicio un bote de remos que no les sirve para nada
-dijo el padre-. Pero está peor que quieran tener además equipos de buceo.
-¿Y si nos ganamos la gardenia de oro del primer semestre? -dijo Joel.
-No -dijo la madre, asustada-. Ya no más. El padre le reprochó su
intransigencia. -Es que estos niños no se ganan ni un clavo por cumplir con su
deber -dijo ella-, pero por un capricho son capaces de ganarse hasta la silla
del maestro. Los padres no dijeron al fin ni que sí ni que no. Pero Totó y
Joel, que habían sido los últimos en los dos años anteriores, se ganaron en
julio las dos gardenias de oro y el reconocimiento público del rector. Esa
misma tarde, sin que hubieran vuelto a pedirlos, encontraron en el dormitorio
los equipos de buzos en su empaque original. De modo que el miércoles
siguiente, mientras los padres veían El último tango en París, llenaron el
apartamento hasta la altura de dos brazas, bucearon como tiburones mansos por
debajo de los muebles y las camas, y rescataron del fondo de la luz las cosas
que durante años se habían perdido en la oscuridad.
En la premiación final los hermanos fueron aclamados como ejemplo
para la escuela, y les dieron diplomas de excelencia. Esta vez no tuvieron que
pedir nada, porque los padres les preguntaron qué querían. Ellos fueron tan
razonables, que sólo quisieron una fiesta en casa para agasajar a los
compañeros de curso. El papá, a solas con su mujer, estaba radiante. -Es una
prueba de madurez -dijo. -Dios te oiga -dijo la madre. El miércoles siguiente,
mientras los padres veían La Batalla de Argel, la gente que pasó por la
Castellana vio una cascada de luz que caía de un viejo edificio escondido entre
los árboles. Salía por los balcones, se derramaba a raudales por la fachada, y
se encauzó por la gran avenida en un torrente dorado que iluminó la ciudad
hasta el Guadarrama. Llamados de urgencia, los bomberos forzaron la puerta del
quinto piso, y encontraron la casa rebosada de luz hasta el techo.
El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro. Los utensilios domésticos, en la plenitud de su poesía, volaban con sus propias alas por el cielo de la cocina. Los instrumentos de la banda de guerra, que los niños usaban para bailar, flotaban al garete entre los peces de colores liberados de la pecera de mamá, que eran los únicos que flotaban vivos y felices en la vasta ciénaga iluminada. En el cuarto de baño flotaban los cepillos de dientes de todos, los preservativos de papá, los pomos de cremas y la dentadura de repuesto de mamá, y el televisor de la alcoba principal flotaba de costado, todavía encendido en el último episodio de la película de media noche prohibida para niños.
El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro. Los utensilios domésticos, en la plenitud de su poesía, volaban con sus propias alas por el cielo de la cocina. Los instrumentos de la banda de guerra, que los niños usaban para bailar, flotaban al garete entre los peces de colores liberados de la pecera de mamá, que eran los únicos que flotaban vivos y felices en la vasta ciénaga iluminada. En el cuarto de baño flotaban los cepillos de dientes de todos, los preservativos de papá, los pomos de cremas y la dentadura de repuesto de mamá, y el televisor de la alcoba principal flotaba de costado, todavía encendido en el último episodio de la película de media noche prohibida para niños.
Al final del corredor, flotando entre dos aguas, Totó estaba sentado en
la popa del bote, aferrado a los remos y con la máscara puesta, buscando el
faro del puerto hasta donde le alcanzó el aire de los tanques, y Joel flotaba
en la proa buscando todavía la altura de la estrella polar con el sextante, y
flotaban por toda la casa sus treinta y siete compañeros de clase, eternizados
en el instante de hacer pipí en la maceta de geranios, de cantar el himno de la
escuela con la letra cambiada por versos de burla contra el rector, de beberse
a escondidas un vaso de brandy de la botella de papá.
Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.
Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.
Conclusiones:
Me parece
que cuando somos pequeños no pensamos en las consecuencias de nuestros actos y en
este cuento, nos deja mucho que pensar porque muchas veces no solo son los
niños de cierta edad, sino que a todas las etapas de nuestras vida lo hacemos y
decimos cosas que por el enojo o coraje nos pueden llevar a dar una lección de
vida muy importante que tal ve a final de cuentas nos servirá, como en el caso
de estos niños que por querer desquitar el coraje a sus padres y no es bueno
hacer las cosas por venganza por cosas que nos buscamos, como en el caso de
ellos con romper las bombillas.
A mi gusto
mucho la parte del final, porque a pesar de todo lo que paso los niños tuvieron
un muy buen aprendizaje de lo que hicieron y creo también que es lo importante
de la vida, tropezar pero saber levantarte, con a poyo de los demás y dejando
cualquier tipo de orgullo por fuera de nuestras necesidades de la vida.
“la luz es
como el agua, abre el grifo y sale"
La
interpretación que le dieron a esto, no se conformaron con saber que solo
prendía por apretar un botón, si no que iban mas allá, quizá causando un caos,
pero no se quedaron con el querer experimentar e imaginar si no que lo hicieron.
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